Lorena Zugeilly Tanis Viveros
(4:00pm – 5:00pm)
Al principio el médico era el que tenía el control de todo: tomaba las decisiones, ejercía una autoridad absoluta; en cambio el paciente era un individuo “pasivo” puesto a que se limitaba a seguir las indicaciones del primero (se le conoció como paternalismo médico). Ahora no sólo se contempla lo bueno y lo malo, sino que también se debe considerar la opinión del paciente en la toma de decisiones.
Ambos cooperaban entre sí, había respeto y confianza, sin embargo lamentablemente esto ha cambiado, se crearon barreras y fue desapareciendo la relación médico-paciente. Algunas causas de que pase esto son las siguientes: la excesiva demanda de la población de los servicios de salud gubernamentales, el insuficiente número de médicos para satisfacer la salud, el utilizar tecnología cada vez más sofisticada, el envío innecesario del paciente a consultas con varios médicos, y las instituciones privadas de salud en las que sólo se les atiende a aquellos que puedan pagar sus servicios. Además el médico dejó de ir a visitar a sus pacientes para revisar si gozaba de buena salud y toda el área de la salud se convirtió en un negocio, los pacientes se volvieron clientes y al médico le interesó más el dinero (es la relación proveedor-cliente y en ella predispone la desconfianza).
Actualmente se lleva más a la práctica la medicina defensiva en donde el médico no confía en el paciente o en su entorno; temen que el paciente llegue a ponerse en su contra y demandarlo por lo que se “defendieron” aumentando el uso de sofisticadas tecnologías e incremento de precios, algunos rechazarían a pacientes de alto riesgo; los empezaron a tratar como objetos y se fue deshumanizando la relación.
Entonces para que exista una buena relación médico-paciente debe existir el respeto, la confianza, la comunicación, la empatía… el médico debe tratar al paciente como lo que es (un ser humano), saber escucharlo y entender el cómo se siente, tratar que el paciente se sienta a gusto.
Una herramienta valiosa que puede ayudar como factor terapéutico para el beneficio del paciente es la personalidad del médico; un gran paso es el saludar de mano al paciente una vez que entre al consultorio, acto que demuestra amabilidad y disposición de ayuda.
Dependiendo de la actitud que el médico tome, el paciente depositará su fe y confianza en él, se instaura esperanza de que su problema tiene alguna solución.